Existe una pequeña minoría que insatisfecha delante de este menú al que se ven sometidos casi diariamente luchan por cambiar los ingredientes y evidenciar a los cocineros y grandes chefs, tanto de su restaurante como los de otros restaurantes cercanos y lejanos. Esta pequeña minoría, va creciendo se hace mayor, en número y en experiencia, en madurez y en poder, en fortaleza sobretodo. Esta pequeña minoría muchas veces se ve perturbada por el pasotismo y conformismo de la mayoría de sus acompañantes pero no se dan por vencidos y rechazan de seguir comiendo de esa mano sucia, y por el contrario la muerden con determinación. Que de esa agua envenenada con ignorancia, fútbol, promesas de papel, y otros derivados de falsa fe y felicidad, la derraman sobre la mesa, la cual empieza a arder. Arde lo que un día una receta nos hizo creer algo mejor, esa receta que nos llevaría a un Edén dulce, ameno donde el equilibrio entre los sentidos podía ser real. Arden sus mentiras, arderán ellos y de las cenizas como un gran Fénix resurgirá una nueva generación de comensales, los cuales se liberaran de la cadena de estas recetas y podrán ver lo que sucede ante ellos. Podrán reescribir esa receta con total libertad, escrita por ellos para ellos, sin cometer errores del pasado, arderá la antigua receta… Muchos de la mayoría se ven ofendidos, asustados por estos actos de “rebeldía” insaciable, explosiva; se impresionan aun llevando los ojos vendados y bien atados a los dedos del maître. ¿Por qué? O no saben que ellos mismo son capaces y de que tienen la sartén por el mango o porque realmente el veneno lo tiene arraigado en el interior de su paladar interno, lo cual les deja los sentidos dormidos, entretenidos con vanos y raudos sabores, absurdos que los sacian con avidez y dejan poco espacio para la receta verdadera, y con este estratagema no dejan lugar a otra posibilidad, los rellenan de ilusiones.
Realmente nosotros, los clientes, como tales deberíamos exigir la receta, supervisar la receta, reescribirla, cambiarla tantas veces se necesite acuerdo en todos los comensales y no dejar que otros lo hagan por nosotros cuando no lo están haciendo, porque tarde o temprano el turno acabará, deberán quitarse el delantal y pasarlo a otro y justo en ese momento de debilidad debemos actuar.
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