viernes, 6 de abril de 2012

Primera parte de "Receta anti-crisis"


Receta: Prescripción facultativa. Nota que comprende aquello de que debe componerse algo, y el modo de hacerlo. Procedimiento adecuado para hacer o conseguir algo. Para qué queremos la receta si al fin al cabo, somos el cliente (descontento a día de hoy). Los chefs del restaurante nos engañan a través de los sentidos, día a día en cada comida, nos la presentan con una bonita guarnición desde hace tiempo. Intentan disimular el sabor repulsivo, que la materia no es de primera categoría y que mucho menos lo que hemos pagado es lo que realmente vale.
Estamos comiendo de la mano de unos no muy listos, pero que saben muy bien  lo que hacen. En este tipo de restaurante hay tres tipos de comensales según se mire: los que han pillado con las manos en la masa a más de un cocinero de poca monta y algún que otro chef importante y por este y otros motivos se resiste a comer en tal lugar, y por el otro lado tenemos al conformista que cualquier cosa le sirve pero aun así no se acaba de fiar y en último lugar pero no menos importante tenemos al típico cliente medio que más bien separado de los demás a casusa de su mínima riqueza, su paladar selecto se codea con otros de su misma estirpe, y con mirada altiva rehúsa salir de su nube esponjosa aterciopelada. La mesa es muy grande y en ellas estamos todos queramos o no, independientemente de la edad, sexo, ciudad o estatus social medievalmente hablando. Aún y así este tipo de características en ocasiones marca la diferencia, aunque no debería. En esta mesa, unos se preocupan por que los platos se vean más limpios, la comida sea de calidad y la atención sea la que se merece. Que lo que ponga en la carta se cumpla, los horarios se sigan, que el amable camarero te trate con respeto en vez de rudeza, sin embargo él tan solo es el mensajero de los jefes. Revisar la factura y que no te hayan exigido más de la cuenta, y si no puedes permitírtelo que con misericordia puedas hacerlo a plazos. Que cada quién pueda tener su espacio individual y tenga la máxima libertad de compartirlo con quien quiera. Los recién llegados de otros restaurantes, bares de carretera, chiringuitos, dispongan de los medios para obtener un lugar en el nuestro, opción a una silla y sobretodo podérsela ganar. Muy a mi pesar lo que más me preocupa son los jóvenes comensales, la generación del ’13. La nueva generación, los que se van sentando algunos muy ingenuos no saben nada de los ingredientes, y a otros más bien les importa poco, su máxima preocupación es el comensal de al lado, que la copa que sirva este buena y un buen espectáculo esté asegurado al acabar el postre.
El menú ofrecido; en este nuestro gran restaurante que se viene abajo, es muy variado, mucho chorizo y poco pan, una tapa de foie de cerdo cruelmente adinerado, sardinas trajeadas de tinta calamar; para empezar, seguido viene un entrecot de mentiras con guarnición de sobornos o ensalada griega condimentada con un poco de revolución. A su gusto también puede escoger hamburguesa acompañada con la bebida más reclamada y selecta; petróleo-cola; procedente de los más bellos campos dorados de Arabia y con esfuerzo (y conflictivamente) conseguida para usted o sopa de porras y lágrimas. Si lo prefiere tenemos a disposición cerveza merkelemana, la cual ha recibido buenas críticas por su buen cuerpo, sabor y precio. Por postre le ofrecemos fruta de cuestionable calidad (y vagamente recogida el 29 de cada mes), helado de Islandia con sabores secretos. El mantel pequeño pero acogedor y bonito por fuera, caro muy caro, muchos no se lo puede permitir y tardarás años en conseguir y pagarte la silla. 

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