Te quiero o quizás no, quizás solo sean mis ganas de tenerte siempre conmigo (egoístamente) saboreando tus dulces labios, causantes de la mayor adicción jamás creada. Quisiera poder respirar en ellos, ver como haces esa mueca o como medio sonríes solo porque a mi me gusta verlo. Escribiéndote cosas cursis a las cuatro de la mañana, cuando me encuentro entre ese tequila y te quiero de más, mientras que mi piel te añora, suspira en cada pliegue que le descubriste y por el cuál no volviste a rozar con o sin amor. Quizás sólo sean las ganas de poder abrazarte y acabar por descubrir tus puntos débiles. O simplemente que me hayas encontrado tú los míos antes.
domingo, 18 de agosto de 2013
9 madrugadas.
Tengo todo ese miedo acumulado, la impotencia por ancla que me arrastra hasta mis peores recuerdos y temores. Tengo todo ese mar acumulado entre ojos y mejillas, la hoja afilada de la vida corriendo ligera, en libertad salvaje, manchando y tachando promesas, deseos y sueños. Tengo tantos "te quiero" guardados entre mis labios que en ocasiones se escapan para transformarse en besos dolidos en los tuyos. Tengo tantas ganas de morderte el alma que mis dientes sonríen con abatimiento pensando que tal vez, algún día tu sonrisa hermética comparta tu pequeña alma devastada conmigo. Quiero salvarte de tus fantasmas, luchar por ti y vivir por mi.
miércoles, 19 de junio de 2013
Torpeza.
Con brutal sinceridad voy a explicar la historia. Aunque puede que no haya nada que contar, porque como dijiste no hay nada que debamos tener, aunque si querías tenerme en aquella cama. Siempre te echo de menos. Siempre pienso que la cagamos ambos. O puede que tan sólo yo, porque al fin y al cabo, la que se dejaba el tintero en cada estúpida carta fui yo. He estado ahogándome ahí abajo, no te dije nada. Tampoco pensé que te importará. Las cicatrices son por ti en su mayoría. Matame ya con el jodido último beso que no te atreviste a darme. Olvidemoslo. Tan sólo es piel por una noche lo que buscas, quizás sólo alguien por quien arriesgar de verdad que no te conozca tanto. Ya me aparto ya, no te voy a buscar más pero me llevo los recuerdos, porque los necesito como necesito la primera persona que conocí en ti.
martes, 12 de febrero de 2013
Sobredosis.
He vuelto a verte, hoy ha sido por sorpresa, como la primera vez, que nos vimos. Un choque de sonrisas fugaces, estos días en el que el mono me podía, y tenía tu esencia clavada, el sabor de tu olor, he querido comprar toda tu compañía más cercana posible, tus pequeños gestos, guardar tu voz en una jeringuilla para noches más duras y solas. Ha estado genial el chute, impresionante. No conocía sonrisa más adictiva que la tuya. Quería más pero el negocio cerraba y tú tenías que marchar. Se me pasó el ciego de golpe, me estampé contra el suelo. Vi como te ibas con todo lo que necesitaba. Al menos ahora te tengo guardado en mi lista de camellos favoritos. Ahora, ya sabes qué tipo de cosas busco en ti, y rápidamente ya sabes dármelas. Una mirada rápida, un roce, una palabra, mi éxtasis nocturno en recuerdos. Me calmas las heridas aún ser para mí lo más prohibido. Quiero experimentar con nuevas sensaciones, más duras, que el chute me dure más que un par de días. Necesito menos centímetros de tu piel a la mía, que hayan más caricias, que se mezclen nuestros olores. Véndeme un poco más, sé compasivo.
Me has regalado mini dosis algunos días fortuitos, con las que callaba a los remordimientos, pero necesito más y sé dónde encontrarte y en qué lugar. Esta noche, entre la muchedumbre en un local oscuro, como los que frecuentamos los dos, el ambiente que nos atrae y que nos une. Te busco desesperadamente, no logro saciar la sed ni con el burdo alcohol. No te veo, el deseo en mí, va desapareciendo poco a poco en mi, igual que la esperanza. Cuando de repente, ya muy integrado en tú personalidad, sales de entre las luces y con mirada de lince me localizas entonando ese acorde melancólico. Con un poco de dosis resbalando por tus labios, una sonrisa impoluta y burlona. Con velocidad de mil rayos, fui en busca de más, surcando el gentío, sus absurdas habladurías y sus miradas desafiantes con las que intentaban menospreciarme. Alcancé un poco de lo que quedaba de mirada mientras con fuerza, las cuerdas de aquella vieja guitarra empezaban con estridencia, melodías desgarradoras. Mientras, yo iba guardando en film todos tus gestos, el movimiento de tu ropa acorde de tu espalda y tus músculos. Fue la mejor droga que jamás he probado.
Decidí que debíamos hacer eterna esa sensación, y la guarde en el film, como los demás recuerdos y como los demás retratos que había tomado de tu esencia. Ya podía disponer de una pequeña dosis en casos de extrema emergencia, para que aliviase mis desdichas. Pero el momento clímax llegó cuando me encontré dulcemente entre tus brazos, con mil ojos espías, mientras se me aceleraba el corazón por la sobredosis de aquella noche demasiado ebria y supongo que también se debía a que te tuve durante unos segundos donde te hubiera querido toda la noche. Con unas pícaras palabras me enganchaste algo más, sonriendo de nuevo, insinuaste tras aquellas luces tenues, que en privado recibiría algo más que me gustaría.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)